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Columna escrita para:

Tantra: ¿El tamaño importa?

Ésta con seguridad es una de las preguntas que más inquietud genera a principios de la adolescencia y posiblemente hasta que se alcanza la confianza suficiente en este maravilloso estadio de la vida humana: ¿El tamaño importa?

El interrogante no solo es cuestión de discusión viril entre hombres, sino que sin duda es materia apasionante para las mujeres.  El mero hecho que un porcentaje muy amplio de los seres humanos inicie su formación en este campo por medio de videos y referencias de amigos, distorsiona de manera significativa el concepto de la plenitud y estereotipa “el ser perfecto”.

Sin embargo, y basado en mi experiencia, me atrevo a decir que “EL TAMAÑO, SÍ IMPORTA”, incluso me permito ir más allá y asegurarles que debe ser grande, muchas veces al punto que los personajes no alcanzan a dimensionarlo y en otras, aunque conscientes, lo utilizan para lastimar.

 

Abrir este debate posiblemente nos llevaría a otra serie de preguntas que colorean la conversación. ¿Cuánto es grande? O, ¿Qué es pequeño? y seguramente nos dejaría en el mundo de las preferencias.  Algunas y otras más experimentadas y conocedoras argumentarán: “no es lo mismo discutir este tema en África que en Asia, y sin irnos tan lejos, ¿qué me dice entre un cachaco y un costeño?”

Claramente hay que darle valor a la importancia de las regiones, las culturas y la genética.  Sin embargo, y en todo caso, es que en cada uno de esos parámetros es concluyente que el tamaño sí importa y es claro y evidente que es indispensable que sea grande y bien formado.

Por si existen dudas, me estoy refiriendo al ego.  Ego entendido como los parámetros del “Yo” individual, ese que define nuestra personalidad y que nos diferencia de los demás.

Y este puede ser uno de los factores más importantes del éxito o el fracaso de cualquier actor de la política electoral.  Si bien es cierto las colectividades se solidifican a partir de afinidades, estas deben entenderse como principios y causas.

Los grandes líderes siempre dejan una profunda impronta de recordación en las sociedades sin importar si son partidarios o contradictores.  Pero una cosa es que se identifiquen con un líder, y otra completamente diferente es que procuren ser su émulo, esto no solo habla muy mal de quien lo hace, sino que sin duda limita su capacidad de crecimiento.

Como ya lo he dicho en otra columna el voto es más pasional que racional, por eso dentro de las características que están científicamente comprobadas que pueden definir un verdadero liderazgo se encuentra la personalidad.  Entonces valga la pena recordar que el ego según el psicoanálisis, es la instancia a través de la cual el individuo se reconoce como yo y es consciente de su propia identidad.

Tener el ego grande si ayuda entonces; una identidad fuerte, segura, que proyecta valores y que defiende causas tiene una mayor probabilidad de tener éxito electoral versus una personalidad sin identidad propia, titubeante ante circunstancias que requieren posición y temblorosa ante las tendencias ultra veloces de la vida digital moderna.

Pero ojo, tenerlo grande y no saber que hacer con él puede ser peor, pues aquel que lo tiene chiquito pero juguetón puede ganar un desafío de recordación, y en lo electoral como en la cama, el ser memorable positivamente marca grandes y profundas diferencias.

Un ego desbordado, sin límites y fuera del equilibrio entre sociedad y él, resulta ser devastador, puede convertirse en un auto cocotazo, en un “usted no sabe quién soy yo”, o en plata dentro de un turbante.

Un ego que es consciente de sus fortalezas, pero más aun de sus debilidades y que por demás se procura en trabajar en ambos estadios, que tiene la capacidad de evaluarse, de ver a su alrededor y aprender de errores y aciertos, propios y ajenos, enmarca una personalidad que tiende a ser ganadora.

Para concluir esta tercera entrada del manual de los amantes de la política, siempre será mejor para nosotros los estrategas tener que frenar que arrear; sin embargo, si no se analizan los riesgos a tiempo, es posible que el freno no tenga la capacidad de ser tan fuerte para evitar una caída sin regreso barranco abajo.

Querido lector: si usted es jugador político procure tenerlo grande y sepa jugar bien con él.  Y si usted es apasionado por esta materia, pero no precisamente la ejerce, fíjese bien que lo que lo esté atrayendo no sea un bulto que aparenta ser grande, pues al final del voto real y consciente depende el futuro de las sociedades democráticas.

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