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Político o politiquero



Durante los últimos 22 años, es decir mi vida productiva, he convivido con todo tipo de actores inmersos en la política. Es más yo he sido uno de ellos. Y como buen actor y observador me he nutrido de cuantos modelos y prototipos han circulado por las pasarelas locales y nacionales.


La pasión por eso que algunos denominan profesión me ha llevado adicionalmente a observar y estudiar con detalle los grandes fenómenos internacionales y a buscar cual ha sido la clave de su éxito y de esa manera poder entender sus valores, antivalores y la capacidad de replicarse.


Si bien es cierto los políticos siempre han sido un producto, nunca como en la actualidad ha sido posible proyectar, medir y evaluar en tiempo real las condiciones y cualidades del mismo. Esto si bien es cierto entrega unos escenarios de valor únicos también nos pone en el riesgo inminente en el cual un error puede ser el principio y el fin de cualquier actor en el mundo de lo público.


Si analizamos la historia documentada de la humanidad es posible identificar un común denominador en cada uno de los líderes, indiferentemente si fueron políticos, religiosos, financieros o empresariales, o si son recordados como buenos o malos. Todos y cada uno fueron excelentes marketeros de su propio producto o contaron con equipos que hicieron algo memorable.


Pues bien gran parte de mis últimos años de desarrollo laboral y luego de haber analizado y entendido las razones por las cuales perdí electoralmente en la aspiración a ser concejal de Bogotá y el hecho de ser recordado como uno de los mejores alcaldes locales en esa misma ciudad, me he dedicado a ser estratega de comunicación política, lo que a la postre se conoce como el cerebro de la campaña tanto en medios de comunicación, como en terreno. Siempre con la certeza de que es posible romper el molde sinérgico plata=votos.


Y básicamente porque ese coctel es el que a la postre ha llevado al grueso de países tercermundistas a las crisis que hoy soportan, a profundos esquemas de desigualdad, a interminables cadenas de corrupción y en ultimas a la perpetuación de algunos pocos en los cargos de poder.


Esto no significa que el dinero no sea necesario, pero siendo imprescindible no debe ser empleado para la compra de votos. Los diferentes medios de comunicación y en especial las redes sociales digitales permiten en la actualidad ser un canal para lograr enamorar ese electorado que clama a gritos liderazgos concretos, cercanos, sinceros, pero sobretodo con mensajes que los identifiquen.


A partir de ahora y a través de estos artículos, estaremos analizando una serie de elementos que en medio de modelos de comunicación han permitido optimizar costos, establecer tendencias, generar marca personal, y en ultimas ganar elecciones sin que eso implique ser Trump, Macron, Trudeau u Obama.